Estoy tumbada en la playa, sola y relajada… y me viene a la cabeza un recuerdo: la nochevieja del ‘efecto 2000’. Para empezar, diré que es la culpable de mis altas expectativas puestas en las nocheviejas, que ya no son ni la sombra. Me acuerdo de las risas de mis tíos, de mi padre un poco ‘achispado’… fue épica.
Supongo que tal celebración se debía a una necesidad humana que hasta ese día ignoraba y de la que esa noche, con ocho años, me hice consciente: cada cierto tiempo, hay que volver a la casilla de salida. Eso celebraban los adultos: aprovechaban el cambio de milenio para perdonarse, dejarse llevar, disfrutar, y volver a empezar.
Y esto puede ocurrirnos en una o varias esferas de la vida: en la esfera laboral únicamente, o en la sentimental, o en ambas, etc. Pero es cierto, nos gusta sentir que podemos volver a empezar; que podemos coger la madeja de emociones que hemos acumulado en un año y ponerla en pausa para reorganizar las fuerzas e inventar nuevas estrategias que nos lleven a un lugar mejor el año que viene. Es como una energía extra para comenzar un camino desconocido, modificar el que estamos siguiendo, o coger una pala y abrir uno nuevo.
El caso es que, como ya he dicho, la nochevieja está sobrevalorada. Cada vez son más problemas y menos alegrías, más formalismos y menos entusiasmo. Así que se acabó. Paso de la nochevieja. Por otra parte he pensado en septiembre, que lleva unos años dándome alegrías, ayudándome a reiniciar. Él, con su estrés colegial, su otoño y su fresquito nocturno, y he decidido que, oficialmente voy a sustituir nochevieja por septiembre; la nochevieja será un día más de bufanda, guantes y comer como una cerda.
Además este año he llegado a septiembre con cansancio, pero también con serenidad, con el arrope de mi familia, la biológica y la otra; con sus éxitos y con los míos, y con el futuro mirándome a los ojos.
Y no perdamos de vista la alegría que supone poder ponerse faldas con botas sin medias.
Y que estoy harta de #septiembresebueno #adiosverano #mierdadeseptiembre.
Definitivamente voy a declarar septiembre como mi casilla de salida oficial.
En la de llegada no necesito trofeos ni una cinta que romper. Solo que todo siga así, que lo que hoy es futuro sea presente, y que haya un brownie de chocolate negro de los de mi tía Esther.
Señoras, ¿y su casilla de salida?