29 de agosto de 2023
Se lo que estás pensando. Eva, por favor: una lecturita rápida, ligera; unas risas, una poquita de sarcasmo y ya, que no me da para más.
Voy con ello, querida; no pensarás que a mi me da para mucho tras un par de rabietas veraniegas, una por descendiente, que he ‘gestionado’ hace un rato.
Hoy me he propuesto llevar la contraria -para variar-.
No, no siempre llevo la contraria, es que mientras haya cosas que solucionar en el mundo, tendremos que hablar de ellas.
Pero eso no es llevar la contraria.
Lo que voy a hacer ahora, sí:
Hay una gran parte de la población posicionada en contra del uso y abuso de redes sociales en verano. Critican todo, hacen mofa de quienes están disfrutando de unas más que merecidas vacaciones; incluso hay quien llega a ridiculizar a ciertas personas -o personajes-.
Y aunque no negaré que me río con algunas de sus ocurrencias, me posiciono en la acera contraria:
Hoy quiero confesar el guilty pleasure que me reporta ver esas fotos de aguas cristalinas, ciudades soleadas repletas de turistas sonrientes, manos con sus correspondientes manicuras sujetando mojitos en un chiringuito de playa que hace de fondo, bungalows de madera oscura en acantilados verdes y caras llenas de brilli brilli en festivales de música.
Se que lo que mostramos es lo mejor y esto no siempre coincide con toda la realidad, pero me gusta pensar que, aunque fuera para la foto, esa persona tuvo que reconocer que estaba en un buen momento.
Es decir: posturear le hizo darse cuenta de que estaba viviendo algo único, memorable, que merecía la pena inmortalizar, que quería compartir.
Todo esto lo veo -o lo imagino- reflejado en la foto y entonces siento la alegría de esa persona; lo llamamos empatía.
Por eso me gusta ver el verano en redes.
Es evidente que tu vecina no se ha tirado 15 días sonriendo embelesada ante una puesta de sol en Bahamas. Habrá dormido, habrá discutido, puede que le haya bajado la regla, que se haya tropezado con una cáscara de plátano o que le haya dado un golpe de calor. También habrá estado mirando las redes, aburrida ante la siesta de su pareja o preocupada por su hermana embarazada en Sevilla a 40 grados.
Pero hubo un ratito al menos en el que fue consciente de la maravilla de momento espacio-tiempo que estaba viviendo, y te lo enseñó por redes.
Me parece bonito.
Adelante, llámame blanda. Me importa un huevo.
Por otro lado:
Para mi una boda de verano es cualquiera en la que haga más de 20 grados. Aclarado este punto: en dichas bodas los chales sobran. Así llevemos tirante fino, palabra de honor o lo que se nos antoje.
Me quedan dos bodas -más- en esta temporada estival. Tengo outfit para ambas: vestido sin mangas/con tirantes + complementos + calzado. En este momento mi abuela entra en escena:
-Niña, ponte un chal.
–Un chalet, abuela, que me pongan un chalet en la playa.
-Niña, que los hombros tienen que cubrirse en las bodas, hombre. Por lo menos, en la iglesia.
-Abu, tengo tres bodas y voy a pisar iglesia solo en una.
-Pues para esa ponte un chal.
-Un chándal me voy a poner.
¿Qué necesidad tengo de cubrirme el cuerpo para acompañar a unos amigos en el día más especial de sus vidas? Ninguna.
Yo se que mi abuela no lo va a entender a estas alturas; pero tú querida amiga, quizá hayas salido de dudas.
En cuanto a ponerte o no un chal.
En cuanto a subir o no esa foto.
Que conste por escrito que el agosto de 2023 fui muy feliz a ratos.
Como el resto de meses, vaya.
Pero en bikini.
Imagen destacada : Pixabay