No sabía muy bien si sacaría ella el tema, así que lo saqué yo.
-Y con este, ¿qué?
Versión corta:
-Para mí, está muerto.
“Imposible”, pensé, “pero ¡ojalá!”.
Cuando alguien hace daño a quien quieres se convierte en tu enemigo y deseas que no exista, al menos en su vida.
Hay quien se cree con el derecho a entrar y salir de la vida de los demás sin avisar, sin saludar ni despedirse ni dar explicaciones.
Y, por compensación, hay quien sufre al otro lado: aquellxs que tenemos Responsabilidad Afectiva, es decir, lxs que nos hacemos cargo de nuestros sentimientos y de cómo afectan a quienes nos quieren.
“No quiero tener más contacto contigo. Lo siento. Que te vaya bien”.
“No quiero seguir con lo que tenemos, pero si no te importa, te escribiré de vez en cuando para ponernos al día”.
No es sencillo ser honesto.
Lo sencillo es dejar una puerta abierta por si necesitamos un poco de cariño, amabilidad, risas o distracción de nuestros problemas de vez en cuando, sin preocuparnos de no herir a la otra persona, sin tener un mínimo de educación y zanjar conversaciones, o iniciarlas con una disculpa -aunque esto no sea ni de lejos, suficiente en muchos casos-.
Se qué es lo fácil. Pero lo fácil no es lo sano. Estamos haciendo daño y esto es importante.
Basta con no querer herir para pensar dos veces si dejar en visto o dar una respuesta honesta. Lo fácil: los dos ticks azules. Lo difícil: la madurez.
Y amiga, si te encuentras con ticks azules, por tu salud mental: dale por muerto.