Confesionario #5: Las gafas y el vestido

Necesito que me ayudes. 

Solicitud de mensaje. 

Iba camino de mi coche cuando leí la notificación. Abro el perfil con curiosidad: foto de perfil que no me dice nada y un amigo en común. Es uno de los chicos que acaba de estar en el cumpleaños del que me he escabullido porque no me sentía en mi ambiente.

Y porque estaba deseando llegar a casa y hacerme un moño, todo sea dicho. 

La verdad es que era mono…. 

Y: Ayudarte, ¿cómo? 

X: Sabía que eres buena persona… 

Y:¿Qué te pasa? 

X: Me he quedado hipnotizado mirándote toda la noche, tienes que despertarme… 

Y: Jajajaja ¿qué dices? 

X: ¿Ha sido muy cursi

Y: Un poco, la verdad.

X: Perdona es que no sabía muy bien cómo hablarte… ¿ya estás en casa? 

Y: Estoy llegando al coche. 

X: ¿Te importa esperarme? 

Y: Esperarte, para? 

X: Me gustaría verte antes de que te fueras y hablar contigo. Prometo no ser tan cursi. 

Tenía muchas ganas de llegar a casa y dormir. Pero, ¿cuánto tiempo hacía que no ligaba? Y X era muy guapo.  

Y: No tardes porfa. 

Mientras llegaba, comprobé que estaba presentable y me quedé apoyada en el coche intentando parecer todo lo sexy que me permitía mi cansancio. 

Cuando X se acercaba, pude notar una seguridad que antes no había advertido. Y su olor. Qué olor. 

Cuando llegó colocó su mano en mi cintura y me dio un beso en la ¿mejilla? Demasiado cerca de mi cuello y mi oreja como para ser un beso inocente. Y me susurró: 

X: Desde que he llegado no he parado de pensar en lo difícil que tiene que ser quitarte ese vestido. 

Un escalofrío recorrió mi piel. Y una risa tonta salió de mi boca.  

X: He decidido que no quiero quitártelo. Te queda muy bien. 

Me quitó las gafas. Y mientras seguía susurrando las cosas más hot que me han dicho nunca, lentamente, empezó a subir mi vestido con la patilla de mis gafas. Cuando había llegado al minúsculo tanga, yo ya estaba empapada. Soltó las gafas y, mirándome, apartó el tanga y empezó a tocarme.

Cuando estaba a punto de correrme, paró. Me dio la vuelta. 

Noté su erección en mi culo. Puso mi mano sobre ella y empezó desde atrás a rozarme y a tocar mis pechos.

Nunca, en mi vida, había estado así de excitada. Y mucho menos en medio de la calle.  

Necesito que me folles, le susurré.  

Obedientemente, se separó de mí, arqueó mi espalda y noté como me atravesaba su dura y caliente polla. 

Creía que me iba a derretir cuando, de repente, paró.  

X: Viene gente. Disimula.  

Bajó mi vestido y nos subimos al coche.

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