Confesionario #6: La hora del recreo

Es la hora del recreo y necesitas para la clase siguiente un cable de sonido más largo del que tienes para que te llegue al ordenador.

Llamas a la puerta de mi despacho y estoy dentro. Te abro, pasas lentamente, se inunda el despacho con tu perfume y no paro de fijarme en esa melena oscura y ondulada y en el vestido morado que tanto me gusta.

Están las llaves puestas pero la puerta está sin cerrar…

– Necesito el cable largo que me dijiste que tenías.

– Aquí lo tengo, pero algo tendrás que darme a cambio por ser la única con el privilegio de tener uno largo.

– No empieces, que ya nos conocemos.

– Es broma mujer, dame un segundo que termino una cosita que estoy haciendo y te lo doy.

En mi cabeza no paro de imaginar la de veces que he esperado un momento así desde que te vi por primera vez en la sala de profesores…

En ese momento veo que te giras y cierras con llave la puerta mientras sonríes.

-Tenemos 5 minutos o menos… si no quieres que nos pillen.

Mi corazón se pone a mil por hora y me levanto de un salto, me tiro a tu boca y te beso lentamente apartando mis labios para picarte y no darte más besos. Te levanto del suelo y te pongo en la mesa sentada… Te vuelvo a besar, como si mi vida dependiese de ello. Tengo mis manos apretando tu culo sobre la mesa y las llevo hacia tus muslos sin parar de besarte, levanto tu vestido y noto como abres las piernas, mi polla está durísima y me desabrocho el pantalón.

Mi cabeza roza tus muslos, la agarras del pelo y la llevas entre tus piernas, noto el calor y aparto el tanga, mi lengua se acerca rápidamente a tu clítoris y tu respiración se dispara, me masturbo mientras no dejo de comértelo todo, tan duro que no aguanto más y te acerco al borde de la mesa, de puntillas meto mi polla en tu cuerpo y te follo tan rápido que no puedes evitar soltar unos gemidos, te corres al poco tiempo, te levantas, roja de vergüenza y pensando que ojalá no nos haya escuchado nadie.

Se dibuja en tu cara una sonrisa mientras te siguen temblando las piernas. 

Ya he terminado el maldito formulario, toma tu cable de sonido.

Me recompongo lo más rápido que puedo.

-Eh… ¡Como no me vas a dar nada a cambio! Apunto que me debes una cerveza al menos.

– ¡Eso está hecho!

– Si no te funciona, me dices y subo a tu clase.

– Oye, ¿Estás bien? te noto que respiras muy fuerte.

– No es nada, me agobio en el trabajo y me estaba imaginando… Bueno, cosas mías.

– Bueno… Pues muchas gracias.

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